El enigmático Egipto

Egipto

Dentro de la sección ‘Viajes’, hoy deseo hablaros de una de las aventuras más grandes que he vivido y que sin duda ha influido en mis libros. Se trata de la visita realizada al maravilloso y fascinante Egipto, que me cautivó desde el primer momento.

Fueron muchas las experiencias que viví a lo largo de este viaje, y además muy diferentes e intensas. Jamás olvidaré mi llegada al país, de madrugada. Cuando finalmente alcanzamos nuestro destino y subimos al barco que nos llevaría a lo largo del Nilo, ni siquiera pude distinguir el agua, ya que el espacio en los puertos es tan limitado, que las naves están unidas unas a otras, formando varias filas. Por eso tuvimos que atravesar otros barcos hasta llegar al nuestro. Fue ya cuando estaba en mi habitación y abrí la ventana, cuando pude ver la majestuosidad del Nilo bajo la luz de la luna.

Es indescriptible lo que sentí en aquel momento, pero si aquello me impresionó, a partir de ese instante todo fue una montaña rusa de sensaciones. Y es que en Egipto hay tantas maravillas que ver, que los sentidos no alcanzan para asimilar tanta grandeza.

No es de extrañar que mi visita al país haya tenido gran influencia en mis libros, especialmente en ‘Expediente Anunnaki’, cuyo argumento guarda gran relación con una cultura tan importante en la Historia de la Humanidad.

Pero centrándonos en mi viaje, debo resaltar infinidad de momentos, como la visita al imponente Valle de los Reyes y a sus tumbas subterráneas, a los gigantescos Colosos de Memnón o al Templo de Hatshepsut, la reina-faraón de la que nunca antes había oído hablar y que, como tantas otras cosas, descubrí en este viaje. También hay que señalar el recorrido a lo largo del inmenso Templo de Luxor. En la imagen puede verse la Avenida de las Esfinges del citado santuario, con el obelisco y las estatuas de Ramsés II a la entrada, en el fondo de la fotografía.

Pero si de algo hay que hablar al referirnos a Egipto es del Río Nilo, un río que da vida. En el recorrido que me llevó desde Luxor hasta Asuán pude apreciar cómo la vida se arremolinaba junto al agua, y cómo las pequeñas poblaciones que encontrábamos en nuestro camino se extendían a lo largo de la orilla, dando paso a tan sólo unos metros más allá a un desierto infinito de hipnotizadoras arenas. Por eso no es de extrañar que la vida de los egipcios que habitan en estas tierras gire alrededor de las embarcaciones, como sus inconfundibles falúas. En verdad llegué a perder la cuenta de las embarcaciones en las que monté a lo largo de este viaje, desde los grandes barcos que surcan el Nilo y el Lago Nasser, hasta las pequeñas barcas y falúas que a la fuerza había que utilizar para llegar a nuestro destino.

Quizás por todo esto parte de la vida en Úrowen (el mundo que creé en el que se ambientan ‘Los Manuscritos de Neithel’ y ‘Héroes del Acero’) gire en torno a tres grandes ríos: el Phär, el Izquión y el Záedor.

Ahora, tras el paso del tiempo, recuerdo mi visita a Egipto mientras escribo estas líneas y aún me emociono al rememorar todo lo allí vivido. Aún me queda mucho por contaros de esta gran experiencia y por eso lo voy a reservar para escribir otra entrada en torno al enigmático País de los Faraones.

 

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